Mientras Buenos Aires crece día a día en altura, con sus nuevos edificios y grandes comercios, otra ciudad va quedando sepultada: es la que forma parte de la historia, con sus viejas construcciones coloniales, pasadizos y objetos del pasado.
Sin embargo, muchos de estos restos, de a poco, se asoman para ser vistos. Excavaciones arqueológicas urbanas ayudan a entender como se llegó a ser la sociedad que somos, a partir de la reconstrucción de otros tiempos.
‘‘Toda ciudad debajo del suelo tiene restos de su pasado. Cuando se tira un edificio para construir uno nuevo y reemplazarlo, deja evidencia, no desaparece’’, expresa a La Prensa el arqueólogo Daniel Schávelzon.
El investigador indica que todo eso que no vemos tiene un significado. ‘‘Es un patrimonio que tiene importancia recuperarlo y ponerlo en valor. Nos permite saber por qué somos como somos, llegar a entender por qué tenemos hoy esta sociedad’’.
‘‘Cuando se analiza -continúala política, la economía actual siempre se hace una comparación con nuestra historia. Con la sociedad pasa lo mismo: se puede interpretar nuestro presente conociendo también el pasado que se esconde bajo suelo’’.
Schávelzon señala que en la Argentina, incluyendo Buenos Aires, siempre hubo una costumbre de tirar el patrimonio para hacer nuevas edificaciones. ‘‘Es como ir a Paris a descubrir lo que nosotros teníamos acá’’, observa.
EN RECUPERACION
Para el especialista, la arqueología urbana recupera estas historias y no permite que se destruya un legado importante. ‘‘Hace 20 años pensar en una excavación en la ciudad era algo imposible. Era como la ecología. Hoy los chicos aprendieron, los medios hablan de estos temas’’.
Schávelzon es uno de los arqueólogos que más ha trabajado en develar la historia que se esconde bajo las baldozas. Trabajó en las excavaciones como el Zanjón de Granados (ver recuadro) y el caserón de Rosas en Palermo.
‘‘Hoy se está trabajando más en el tema, de a poco aparecen restos que son explorados’’, dice Schávelzon, quien menciona como ejemplo las casas coloniales rescatadas hace poco tiempo en Bolívar 375 o la antigua casa de Virrey Liniers, en Venezuela 469.
Cuando se le pregunta qué zona de la Ciudad podría ser interesante en ser explorada, no duda en afirmar donde actualmente se levanta la Plaza de Mayo. ‘‘Esa zona no está excavada, sin dudas que allí hay mucho por redescubrir’’.
POZOS DE BASURA
En estos años de trabajo, el investigador fue descubriendo objetos e historias ocultas que vieron la luz. Mucho de ello se hizo a partir del estudio de los ‘pozos de basura’.
‘‘Las antiguas casas de la gente de la alta sociedad criolla, solían tener estos pozos, hechos en ladrillo, con ocho o nueve metros de profundidad y con tapas grandes, donde se iban tirando los desechos’’.
‘‘A diferencia de lo que suele hacerse hoy, donde si uno tiene algo que puede servirle a otro lo deja en la puerta para que se lo lleven, en aquel tiempo se tiraba de todo’’, continúa.
Schávelzon señala por ejemplo que en esos pozos se pudieron encontrar vajillas casi completas y botellas de vidrio importadas que eran de vinos, licores. ‘‘También objetos que solían pertenecer a esclavos’’, expresa Schávelzon, quien recuerda que la población de Buenos Aires llegó a estar conformada por un 35 por ciento de gente esclavizada.
‘‘Eran afroporteños que traían sus ritos, sus cultos que practicaban a escondidas. Tenían sus figuras para adorar, hacer adivinaciones, tallas, piedritas. Sus dueños cuando las encontraban las tiraban a los pozos de basura’’.
LUCES Y TUNELES
Uno de los lugares que permite apreciar el pasado y lo que se esconde bajo la ciudad actual es el emblemático edificio de La Manzana de las Luces. La construcción, de la orden de los jesuitas se inicia en el siglo XVII.
‘‘La orden jesuita realiza un gran trabajo, trae conocimiento, arquitectos, educadores, universidades. De ahí el nombre de Manzana de las Luces, como centro del iluminismo’’, señala aLa PrensaAna María Di Consoli, guía del espacio cultural ubicado entre Perú, Bolívar, Moreno y Alsina.
Una vez expulsada la orden jesuita por orden del gobierno español, tras la revolución de Mayo, la Manzana tuvo diversos usos relacionados con la formación del Estado nacional.
Hubo más de 40 instituciones en más de tres siglos de historia. Se puede nombrar la sede de la Biblioteca Nacional, la Universidad de Buenos Aires y el diario La Prensa que también tuvo en sus comienzos oficinas en la emblemática manzana, sobre la calle Moreno. Allí, en 1878, desde uno de los despachos del diario se realizó el primer llamado telefónico del país por cable.
En uno de los salones aún queda en pie la antigua sala de representantes o diputados. Por el lugar personajes de la historia como Rosas, Rivadavia, Lavalle y Bartolomé Mitre.
‘‘En aquel tiempo se había prohibido a las personas ingresar con bastones, ya que solían esconder allí armas blancas para dirimir discusiones de forma violenta’’, dice Di Consoli.
BASTONES LARGOS
En otros salones funcionó a partir de 1821 la Universidad de Buenos Aires. Casi un siglo y medio después, la UBA y la educación argentina sufriría una de sus más tristes historias: la llamada Noche de los Bastones Largos, cuando científicos y profesores fueron sacados a palazos de los claustros por orden del gobierno de Onganía.
Donde actualmente funciona un taller de un luthier, antiguamente funcionó la primera farmacia de la Ciudad, creada por el padre Faulkner, que había sido discípulo de Newton.
Ingresando por el patio externo se accede a un restaurante donde antiguamente estaba el almacén de la Orden. ‘‘Se vendían yerba, cueros. Con este negocio se mantenía a las órdenes que estaban en el norte argentino’’, cuenta la historiadora.
Desde allí, por una puerta se pasa a una de las grandes atracciones: los túneles. Se estima que los mismos se extendían por seis o siete manzanas e iban hacia la Plaza de Mayo, el Cabildo, el Puerto, la Catedral, y el Convento de Santo Domingo, en Belgrano y Defensa.
‘‘Se estima que fueron construidos entre los siglos XVII y XVIII para uso defensivo. En caso de ataque poder pasar de un edificio a otro’’, expresa Di Consoli.
LA RATEADA
Cuenta la investigadora que varios de los pasadizos no tienen salida. ‘‘Se estima que fueron realizados en forma de laberinto. También por anécdotas de soldados ingleses que remitían que salían ruidos del suelo, probablemente se usaron para que las tropas del virreinato pudieran defenderse de las Invasiones’’.
Los túneles también llegaban a la iglesia de San Ignacio y el Colegio Nacional de Buenos Aires, sobre la calle Bolívar. La investigadora recuerda que alumnos ilustres como Migue Cané hacían referencia a esos túneles que usaban para escapar de las clases.
‘‘Eran túneles oscuros por donde pululaban las ratas. De ahí el término para escapar de clase de ‘rateada’.
La Manzana de las Luces ofrece visitas guiadas todos los días. Para llamar al 4342-3964.
Para visitas al Colegio Nacional de Buenos Aires, acceda aquí.
Sergio Limiroski, 24/06/2013 La Prensa,
Fotografía: Manzana de las Luces