Publicado en CERLE, el lunes 21 de octubre de 2024

Octubre de 2024.

La educación pública y no arancelada ha sido y es un emblema representativo del que la Argentina se enorgullece. Desde la Reforma Universitaria de 1918, el modelo educativo nacional entiende a la educación superior como un derecho y no, como un privilegio. Esta perspectiva ha permitido que millones de personas hayan accedido a este nivel educativo, independientemente de su lugar de origen, su situación económica, sus posicionamientos políticos o sus creencias religiosas. El acceso a la educación superior no arancelada habilita la movilidad social ascendente, promueve un espíritu de superación, e iguala las oportunidades. Defender este modelo es esencial para el presente y el futuro desarrollo social, cultural y científico del país.

En los claustros de las universidades públicas, se formaron numerosas generaciones. En particular, de la Universidad de Buenos Aires surgieron cinco premios nobel, y dieciséis presidentes fueron sus estudiantes y/o docentes. Más ampliamente, quienes han pasado por las facultades y/o los colegios preuniversitarios tienen logros reconocidos a nivel nacional e internacional; los medios de comunicación destacan la alta ubicación de este sistema de formación, dentro de los rankings latinoamericanos y mundiales. La sociedad toda es beneficiaria del trabajo de miles de profesionales que surgen de las universidades públicas y ponen su experticia al servicio de la Argentina.

 

¿Por qué una Universidad no arancelada?

La educación superior no arancelada garantiza, para cada estudiante, la posibilidad de formarse y acceder a un mejor futuro, permitiendo que quienes nacen en contextos desfavorables puedan transformar su aparente destino. Por el contrario, introducir aranceles a la Universidad pública implicaría establecer barreras económicas que dejarían fuera del sistema educativo a numerosas personas y reduciría, en el país, la cantidad de profesionales capaces de contribuir, con sus conocimientos y habilidades, a toda la nación.

El financiamiento estatal de la educación en todos sus niveles y, en particular, del superior es una apuesta por un futuro más justo, con una sociedad más inclusiva y equitativa. Es, además, un círculo virtuoso que dinamiza la economía en su conjunto.

 

¿Por qué una Universidad laica?

La laicidad de la Universidad pública argentina asegura que el conocimiento se construya y se transmita sin condicionamientos religiosos. Solo en un contexto de pluralidad y diversidad, es posible un debate abierto y democrático, donde las ideas pueden circular y confrontarse libremente, sin dogmatismos.

Defender esta marca identitaria de la Universidad pública argentina es defender un espacio donde la ciencia, la investigación y el pensamiento crítico se desarrollan sin restricciones.

 

¿Por qué una Universidad de excelencia académica?

La excelencia académica es otro pilar fundamental de la Universidad pública argentina. Su producción de conocimiento, su investigación científica y su desarrollo de tecnologías innovadoras han contribuido al avance del país, gracias al trabajo de su plantel docente y del conjunto de sus sistemas de investigación y gracias al nutrido y  potente estudiantado.

Esta Universidad pública no solo forma profesionales con idoneidad, sino también construye una ciudadanía crítica y comprometida con la realidad social. Esta Universidad pone su conocimiento al servicio de la sociedad, investiga los problemas que la afectan y propone soluciones para un desarrollo inclusivo y sostenible.

 

¿Por qué nos negamos a naturalizar la violencia?

Bajo los anteriores argumentos, es importante rechazar cualquier forma de violencia, tanto discursiva como material, aplicada tanto al ámbito universitario como a la sociedad en general. La violencia discursiva, que se manifiesta a través de mentiras, discursos de odio, discriminación o estigmatización, atenta contra los valores democráticos y la convivencia pacífica. Es fundamental fomentar un diálogo respetuoso y abierto, donde las diferencias de opinión se expresen de manera constructiva y sin agresiones.

Del mismo modo, la violencia material, que se traduce en asfixia presupuestaria, en ataques físicos, vandalismo o represión, debe ser firmemente condenada. La violencia destruye la posibilidad de un debate genuino y debilita el tejido social y las instituciones democráticas.



Por todas estas razones, quienes estamos a cargo de la conducción de las jefaturas departamentales del Colegio Nacional de Buenos Aires y colocamos abajo nuestras firmas expresamos nuestro apoyo irrestricto a la educación pública, no arancelada, adecuadamente financiada, laica y de calidad. Asimismo, subrayamos nuestro más absoluto repudio a las políticas de persecución ideológica y vaciamiento económico que actualmente aplican diversos poderes de la conducción a nivel nacional, y que tienen como objetivo terminar con el sistema educativo que nos representa, nos enaltece y nos identifica como nación. Por lo anterior, repudiamos los hechos de agresión que se vienen suscitando durante los últimos días en diferentes asambleas universitarias en todo el territorio.

Nos unimos a las manifestaciones públicas de autoridades universitarias, del estudiantado y de la ciudadanía en su conjunto, y aspiramos a sostener una sociedad donde reinen el respeto y la libertad para el desarrollo del conocimiento.

 

Analía Melgar (jefa del Departamento de Castellano y Literatura)

Javier Escobar (jefe del Departamento de Música)

Maricel Radiminski (Coordinadora del Departamento de Latín)

Marcela Domine (subjefa del Departamento de Castellano y Literatura)

Sandra Pedrini (jefa del Departamento de Francés)

Silvana D'Onofrio (subjefa del Departamento de Música)

Pedro Ariztoy (jefe del Departamento de Latín)

Claudia Lanzani (jefa de Departamento de Historia del Arte)