¡Feliz día del maestro!
Publicado en Colegio, el viernes 11 de septiembre de 2020
"Todos los problemas, son problemas de educación" Domingo F. Sarmiento 1811-1888
Evocación del Prof. Dr. Walter Romero:
11 de septiembre del 2020, año de la peste.
Colegio Nacional de Buenos Aires
Es un honor recibir la invitación, a petición de la Sra. Rectora, de pensar con ustedes esta nueva celebración del día del maestro en el ámbito señero de nuestro Colegio, escenario de consolidación y de permanente debate de múltiples tradiciones docentes que se enlazan a lo largo del tiempo. La historia de las generaciones es, sin dudas, la historia de sus maestros y sus imaginarios: de sus pensamientos puestos en práctica no sólo en las aulas, sino también en el espacio vital y concreto de la experiencia: ya que nunca se enseña en la nada, sino en contextos determinados que afectan nuestros pareceres y contribuyen a volver —aún más contemporáneas— nuestras clases y los intercambios privilegiados que en ellas se producen. Como maestros, somos hijos de nuestro tiempo, casi de modo irreversible. Cada vez más —y de manera exponencial en nuestra pandémica actualidad— estamos a merced de estar muy presentes, casi siempre en “el fragor de las cosas”; de modo tal de no escindir nunca lo que enseñamos de lo que vivimos, mucho menos hoy en que la realidad nos empuja a reconsiderar presupuestos, idearios, costumbres.
Pienso que ser maestro hoy significa estar muy atento —casi con una escucha extrema— a las problemáticas urgentes del día a día. La clase es el gran resonador de esa cotidianeidad. Y nuestro Colegio ha sido, en muchas y diversas etapas, espectacular y especular espacio, donde la historia argentina se ha puesto en juego enhebrando —a veces de modo vibrante o a veces de modo violento, casi nunca de modo apacible— la realidad nacional. Saberes muy antiguos —la historia, la biología, la literatura o tantos otros— han sabido fundirse y dialogar con la actualidad para permitir, nada más y nada menos, que repensarnos, que acaso se trate justamente de eso la noble tarea de enseñar.
Tomando como ejemplo los momentos más notables de la historia de nuestro Colegio, la más virtuosa de las prácticas siempre se produjo en el lazo entre saber y experiencia, como una forma vital de pensar en una comunidad que como la nuestra —bajo la tutela de la Universidad pública— cree y confía en un conjunto de valores que deben ser transmitidos. Es ahí donde la tarea docente es imprescindible y —como hemos vistos en estos meses en que la Historia parece acelerarse— su tarea sigue siendo, más allá del devenir de estos días, irremplazable.
En tanto que oficio, sabemos que nuestras prácticas crean momentos imprevisibles. Momentos en principio imperceptibles de verdadera epifanía docente en que un tono de voz profesoral, una corrección a tiempo o un gesto se vuelven cruciales: estamos hechos también de esa miríada de situaciones en que la experiencia conjunta —entre profesores y estudiantes— construye otra vasta y no menos decisiva memoria. Roland Barthes se preguntaba con interrogación que aún nos interpela: “¿Por qué será que los profesores son tan buenos conductores del recuerdo?”
La transmisión de conocimiento arma, sin dudas, de generación en generación, la historia de la patria, pero sobre todo la historia de los pueblos. Hay mucha tarea que es tácita —o acaso muy poco visible— en la labor esencial de un profesor en plena clase o de un maestro nuestro en los confines de la patria. Fue George Steiner quien nos recordó, salvando las distancias, que las enseñanzas de un Sócrates o de un Pitágoras, sus preclaros legados, quedaron en manos de aquellos discípulos que se vieron en la obligación imperiosa y moral de difundirlas. Ya lo sabemos, pero nunca está de más recordarlo: las clases nunca terminan en clases; algo trascendente se expande: hay napas escondidas en aquello que decimos y logra a veces impactar, sedimentos misteriosos que la escucha del otro aloja en lo más íntimo de sí, ecos e insospechadas reverberaciones que nos esperan en el porvenir de los días y que llevan como emblema a futuro el rostro de los jóvenes que cada día nos escuchan.
Hoy — en este 2020 agobiante— quisiera reivindicar, en el ámbito de nuestro Colegio, donde la tradición y la modernidad convergen, la extraordinaria tarea de estos días: estas clases que, con “formatos” muchas veces impensados, sin embargo llevan impreso un fuego que nos sostiene y que no es ni lírica materia ni atributo de ningún sacerdocio: es el fuego de una fragua diaria y dura que como profesores construimos y estamos, una vez más, construyendo. Nuestro oficio es el garante y la preservación de que lo que mejor sabemos hacer: enseñar en el sentido amplio en que ese gran y polémico sanjuanino ideó la escuela de esta patria amada y tantas veces convulsa.
Queridos colegas, queridos profesores,
Maestros siempre:
¡Muy feliz día!
Walter Romero
Profesor de Quinto Año
Doctor en Letras por la UBA
Director del IIL Instituto de Investigación en Humanidades.