Publicado en Biblioteca, el sábado 27 de julio de 2013

"Hace algunos días me crucé en Internet con una foto reciente de la Biblioteca del Colegio Nacional de Buenos Aires.


Al final del salón principal se distinguían unos puestos con computadoras, pero salvo por ese detalle de modernidad, todo se veía tal y como yo lo recuerdo, con sus generosos sillones de cuero, sus simétricas lámparas verdes, su escenografía añeja y lustrosa. Pasé muchas horas de mi adolescencia en ese lugar consultando la demandante bibliografía que nos asignaban los profesores. Teníamos prohibido echar mano a los textos de cabecera de otros colegios secundarios, y ni que hablar de la herejía de los resúmenes Lerú. Nada de eso: nuestros libros eran los mismos que se usaban en la universidad, y si ampliábamos el horizonte con autores que no estuviesen en la hoja de ruta, mejor. Eso nos obligaba a recorrer otras bibliotecas. Así conocí la Nacional, cuando aún estaba en la calle México, la del Congreso, con sus horarios extendidos, la del Maestro y alguna que otra Municipal que ahora se me mezclan en la memoria.

Como muchos de los lectores ya saben, en su “Poema de los dones” Borges se figuraba el paraíso bajo la especie de una biblioteca. Para mí eran un infierno, pero no porque las odiara, sino porque me resultaba contra natura gastar mis horas adolescentes en esos salones de silencio monacal. Luego, por nostalgia o melancolía, en mis viajes de vida adulta empecé a incorporar bibliotecas en los circuitos turísticos. Así conocí la de Harvard, con el asombro de descubrir que en su base de datos estaba cualquier libro que a uno se le ocurriera buscar; una modernísima biblioteca pública en la comuna Santo Domingo de Medellín, una de las más pobres y marginadas de esa ciudad colombiana, que era como un injerto de esperanza en donde antes existía el miedo y la violencia; una modesta biblioteca hecha a pulmón en una casa particular de Merlo, San Luis, pero abierta a los vecinos...

Hay quien sugiere que el libro electrónico amenaza el futuro de las bibliotecas. Hoy Borges diría que no hay horizonte tan parecido a un infierno."

Ezequiel Martinez, Clarín 27/07/2013

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