Publicado en El Colegio en los medios, el jueves 14 de septiembre de 2017

Una foto junto a la canciller alemana Angela Merkel en el Parque de la Memoria dio la vuelta al mundo. Vera Jarach aprovechó esa recorrida para manifestarle su disgusto por el ambiente hostil para la plena vigencia de los Derechos Humanos que se vive en la Argentina, donde incluso un funcionario puso en duda el número de detenidos-desaparecidos. Mientras hablaba, Merkel asentía con la cabeza. Vera sabe que desde el fin de la Segunda Guerra Mundial Alemania emprendió un camino de desnazificación y generó políticas de Estado para trabajar sobre la Memoria.

“Mi familia se salvó viniendo a la Argentina, pero mi abuelo se quedó y terminó en Auschwitz. No hay tumba. Muchos años después, en la Argentina, le tocó a mi hija Franca. Tampoco hay tumba. La historia se repite, a veces en las cosas buenas y a veces en las tragedias, y entre las cosas que se repiten está el negacionismo. Nosotros quisiéramos saber, nosotros no sabemos cuántos fueron. Los militares lo saben”, dice ahora a la Haroldo esta mujer que a sus 89 años está en plena acción: coordina entrevistas, escribe artículos periodísticos y adhesiones, participa en presentaciones de libros y actos y una vez a la semana se sienta a la mesa del Ente que regula a la ex ESMA. Es infatigable.

Su vida dio un vuelco con la desaparición de su única hija: el 25 de junio de 1976 un grupo de tareas secuestró a Franca, que continúa desaparecida. Poco después se unió a lo que en los primeros meses de 1977 sería el embrión de las Madres de Plaza de Mayo.

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Nacida en 1928 en Milan, Vera es la segunda hija mujer de una familia judía no religiosa. A los 10 años, cuando en la Italia de Mussolini comenzaron a regir las leyes raciales, la expulsaron de la escuela. Vera siente que esa fue la primera injusticia que le tocó en carne propia y recuerda la “valentía” de su maestra, que asumió el riesgo de ir hasta la casa de los Vigevani a contarles la decisión de las autoridades del colegio. En 1939, meses antes del inicio de la guerra la familia se vio forzada a huir de Italia con destino a la Argentina.

La decisión de abandonar la Italia fascista para viajar a la Argentina –un país que ninguno de los Vigevani conocía- fue motorizada por la mamá de Vera, quien había crecido muy cerca de la comunidad armenia de Milan y había escuchado en primera persona los relatos de las víctimas de aquel genocidio que comenzó en 1915. Así, pudo comprender la magnitud de lo que iba a vivir Europa a partir de 1939. Convenció a su marido pero no logró influir en su padre Ettore, el abuelo de Vera, que fue asesinado en Auschwitz. El hombre intentó cruzar la frontera italiana en 1943, lo detuvieron en la cárcel de Milan, donde sus compatriotas lo entregaron a los nazis. Hoy su nombre está inscripto en el Sitio de Memoria dentro de la estación de trenes de Milan.

Vera Jarach, la incansable - Revista Haroldo 

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