Publicado en Rectoría, el sábado 25 de mayo de 2013

Nos reunimos hoy, jubilosamente, para celebrar otro aniversario del día más importante de nuestra historia, día que constituye la partida de nacimiento de la Nación.

Los argentinos sostenemos una fascinación extraña por las efemérides, celebramos hasta las derrotas como el Combate de la Vuelta de Obligado o la usurpación de Malvinas, y a los próceres los evocamos en ocasión de sus muertes. Además, insistimos en procedimientos un tanto formales y mecánicos sin interés profundo, indiferentes y cosificados.

No debe ser así el de hoy. Resulta indispensable valorar en sus cabales la grandeza de esta fecha, ubicarse en la medida del tiempo en que tuvo lugar, los riesgos fenomenales que sus autores corrieron por un ideal libertario, exponiendo vida, honra, bienes, familias.

Contemporáneamente existieron intentos independentistas a lo largo de América. Todos fueron inicialmente sofocados con la mayor brutalidad y requirieron una segunda instancia. Salvo el nuestro. Luego del 25 de Mayo, la monarquía absoluta de derecho divino fue extrañada para siempre de nuestro sistema político, y aunque pagamos terribles deudas de sangre en las décadas sucesivas – guerra de la Independencia, luchas civiles de crueldad sobrecogedora, desencuentros, dictaduras y penurias múltiples --,  la bandera de Mayo no fue nunca arriada, al menos del todo, y aún nos guía, conmueve y convoca.

Para mejor, algo torna más jubilosa esta fecha: fue obra de nuestros colegiales, nuestros hermanos en el aula y en la vida, que lo son pese a los dos siglos transcurridos, y a la torpeza con que ahora algunos los quieren cuestionar, afanosos por degradar personas e instituciones.

En Mayo al menos, aquéllos no cobraron vidas y triunfaron entre otras razones, por superioridad intelectual y moral en el debate del 22, que dio sustancia jurídica al pronunciamiento. Cuando fue indispensable sin embargo, emplear el rigor, lo emplearon, salvando nuestra independencia, que ya se establecía en 1813 en el bicentenario Himno, donde nuestro compañero Vicente López y Planes proclama: "Se levanta a la faz de la tierra / una nueva y gloriosa Nación".

Ahora estamos reunidos en el aula “Ex alumno Manuel Belgrano “. Ese nombre de por sí nos está diciendo que no existe institución alguna en el país al cual éste adeude tanto, porque formó a los mejores. Así debe seguir siendo, queridos alumnos; y autoridades, docentes, empleados, padres, ex alumnos y demás allegados. Así debe seguir siendo, porque las glorias del Colegio – que también conoció pesares atroces --, lejos de infatuarnos, deben ser día a día sostenidas y emuladas.

Queridos alumnos: no olviden que estudian en el Colegio, el nivel más alto que el país puede ofrecer. Y lo hacen gratuitamente, privilegio que les crea una fuerte obligación. Gratuitamente, pero alguien lo paga, y ese alguien espera de Uds. con esperanza, y ese alguien es el pueblo, inclusive muchos que desearían haber recibido esta formación y no pudieron, muchos que hoy están doblados sobre un arado, una máquina o un escritorio que quizá no les complacen, pero que los financian a Uds. y creen en Uds.

No los defrauden. No pierdan tiempo, no ofendan a nadie, no dañen instalaciones hechas para servirlos y que son de todos. Es decir, no defrauden a nuestros próceres-hermanos, capaces de heroísmos de los cuales no sé si hoy seríamos capaces. Y tampoco sé, a más de dos siglos vista, si mi generación los ha honrado como merecían, con hechos. Háganlo Uds., ya va siendo su turno.

Es algo de lo mucho que quería y aún querría manifestar hoy aquí, de pie, en este solar donde se gestó la chispa inicial de nuestra patria, de nuestros deseos y esperanzas cívicas, de nuestras mayores e indeclinables responsabilidades.

Si hay aplausos, que sean para los próceres de Mayo.

Acad. Prof. Dr. Horacio Sanguinetti
Ex rector del Colegio